En el actual panorama global, el camino hacia una cultura preparada para anticipar el futuro se presenta como una travesía ineludible.
En este escenario, el incentivo y la inversión constante en el desarrollo se erigen como pilares esenciales para cultivar competencias capaces de abordar la compleja dinámica que nos depara el porvenir.
Este énfasis en el desarrollo continuo y la adaptabilidad constituye un legado histórico de sociedades que han sabido anticiparse a los desafíos cambiantes de su tiempo.
No obstante, la mera anticipación de futuras contingencias no puede desvincularse de un componente igualmente crucial: la construcción de una mirada estratégica orientada al futuro.
Pensar el futuro implica no solo la proyección basada en datos y tendencias, sino también la capacidad intrínseca de imaginar lo que aún no existe, de escuchar y comprender las señales emergentes del entorno.
Este discernimiento activo y sensibilidad a lo que está gestándose permiten…
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